martes, 23 de noviembre de 2010

CAMBIAR, UN HÁBITO QUE NOS HACE CRECER

Usualmente cuando nos encontramos en situaciones cotidianas, en el tránsito vehicular, con nuestro cónyuge e hijos, en una reunión con nuestros amigos, en las actividades de trabajo, en fin todas aquellas circunstancias en las que podemos ver, analizar y evaluar todas nuestras acciones y las de otros pensamos y afirmamos que muchos de quienes están a nuestro alrededor deberían cambiar para que todo funcionara mejor.  Incluso es por ello que al evaluar las actividades de nuestros gobernantes, jefes, empresarios, opinamos acerca de que se debería hacer para que tuviésemos un mejor país, una empresa más sólida, un mejor equipo de pelota y hasta mejores hijos y amigos.
El cambio es lo que esperamos del mundo, porque es la solución a las múltiples diferencias y dificultades que se presentan, basta con salir a la calle y ver las grandes cantidades de  personas que no cuentan con los mínimos recursos, leemos en los periódicos los asaltos, asesinatos, robos, todo tipo de tragedias que son en general  la gran mayoría de las informaciones que atraen, vemos en la televisión que los gobiernos se pelean por sus diferencias políticas, religiosas, étnicas y geográficas, seguimos rogando para que se hagan las cosas de tal o cual manera, para que se administren los recursos del estado de manera adecuada y decorosa, pedimos se utilice el lenguaje y las palabras precisas, se aplique este o aquel sistema político, se alabe a Dios, Alá, Buda, Cristo o Yavhé, regularmente uno con preferencia, todo ello porque tenemos a nuestro haber el derecho de calificar, señalar y hasta juzgar; ser dueño de la verdad es parte de la cotidianidad, nos volvemos expertos en áreas sociales, económicas, empresariales, teológicas  y suponemos por ello que nuestros congéneres deberían hacer lo propuesto por nosotros.
En las últimas elecciones presidenciales en mi país y hablo de éstas porque es tal vez de las cuales más puedo dar referencia, los bandos pontificábamos acerca de la manera, la forma y el estilo de cómo administrar, los medios de comunicación de acuerdo a sus intereses presentaban las noticias con el sesgo deseado para garantizar el incremento de las votaciones a favor del candidato de preferencia, la polarización se convirtió en la estrategia perfecta para obtener el objetivo y ganar la presidencia, mientras la gente del común aquellos que no nos preocupábamos por los intereses que se mueven detrás de las acciones, somos sacados a la calle blandiendo el trapo de color seleccionado, con vivas y arengas a favor de nuestro candidato y con vituperios y desprestigio al opositor, en las redes sociales y en los comentarios en los diferentes medios de comunicación dejábamos detrás de sí un mar de enfrentamientos con todo tipo de calificativos, de recuerdos del pasado hecho y no hecho, preferiblemente presentar al opositor como aquel que desmedidamente se ha encargado de hacer alianzas con políticos de otros países o amigos de creencias políticas que no van con nuestro modo de pensar, he aquí una radiografía sucinta de la situación particular y como resultado siempre encontramos que le pedimos a los demás que deberían cambiar si queremos un mejor país.
El cambio, esa acción cotidiana que deseamos para unos y no permitimos para nosotros, es el meollo de la discordia, la exigimos para quienes piensan distinto a nosotros pero no la aplicamos para nosotros porque ellos, los demás, nuestros opositores, nuestros contradictores, son quienes están equivocados, son quienes deben cambiar en aras de un mejor estar. Al final el resultado vaticinado es que no es posible ponerse de acuerdo y trabajar juntos por crecer, pero la historia nos ha mostrado que gracias a muchos cambiar ha sido posible para que los hombres continuemos creciendo. Esperamos y deseamos soluciones mágicas y existen si lo queremos, es posible trabajar para cambiar, empezando por mí. La solución está en que yo cambie si quiero ver el mundo cambiar, sin esperar a que los demás lo hagan, sólo hacerlo y ya, así podré empezar a ver otro mundo instantáneamente, vamos a hacer un ejercicio y saquemos nuestras conclusiones de él.
A partir de ya mismo voy a pensar y actuar como si a quien me dirija soy yo mismo, ¿Cómo me saludaría? ¿Cómo me llamaría la atención? ¿Cómo opinaría de las ideas políticas, económicas, religiosas de mi mismo?  Cuando podemos ver a nuestro semejante de una manera diferente, como si fuese yo mismo, el tratamiento será otro, estaremos dispuestos a aceptar que ese otro tenga una religión diferente a la nuestra y a pesar de ello seguiremos siendo los mejores amigos, el tratamiento y la delicadeza de las palabras, las referencias hacia otros será otra y sólo porque a quien envío el mensaje es a mí mismo. Cambiar el punto de vista hará posible que vea una nueva perspectiva, el mundo empezará a cambiar mágicamente, ya mi contendor u opositor dejará de serlo, ahora será un amigo, un compañero, un aliado  a quien en aras del trabajo y del crecimiento conjunto, ofrezco el más grande de mis talentos.
Cambiar así significará a partir de ahora que ya no lucho contra nada, trabajo para ir en la búsqueda de una mejor calidad de vida, mi congénere soy yo mismo y para mí lo único que deseo es beneficio, prosperidad y abundancia.  En una oportunidad Vappa le mencionó a Buda, ¨Tú si eres bueno¨ y Buda le respondió, ¨ No vencí al mal ni abracé al bien. Me aparté de ambos¨ las cosas en la vida son y nosotros somos quienes les damos calificaciones, dejar a un lado dichas valoraciones nos permite aceptar a los demás en su máxima dimensión, es aceptar que la diferencia es parte de la cotidianidad, se puede ser tolerante al aceptar que la verdad no es única, se puede convivir con amor teniendo a mi lado a quien piensa y obra diferente, sin dolor.
Aceptarnos a nosotros mismos tal como somos es el primer cambio, porque de esa manera haremos lo propio con los demás y el milagro sucederá instantáneamente, sin esfuerzos, con amor.
NAMASTÉ.
GABRIEL OROZCO GUTIÉRREZ
Noviembre 23 de 2,010

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